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  • Foto del escritorIdeas en Tinta

El precio de vivir

Actualizado: 11 abr 2020




Hoy nada sale gratis. Todos lo vemos y vivimos día a día, encontrándonos con que para casi cualquier cosa que queramos hacer debemos abonar cierto monto de dinero. De la misma manera que nos acostumbramos a que nos lluevan ofertas de todo tipo y forma, desde vidrieras lujosas que nos encandilan con prendas de vestir hasta el discurso guionado de quien ofrece algo “para el bolsillo del caballero y la cartera de la dama” en un transporte público.


¿Está bien o está mal? No me interesa emitir un juicio. Simplemente que, aún siendo parte de esta calesita, no deja de sorprenderme cómo da las vueltas cada vez más rápido. Qué lejos parecen esos tiempos en los que cargaba la rueda de la bici(cleta) sin tener que llevar más que dos cosas: mi cuerpo y la propia bici. De un día para el otro se interpuso una máquina entre ambos, con un cartel que tenía una leyenda: “Para cargar aire inserte $2”. La sorpresa de ese gasto nuevo fue tanta como la que hoy genera recordar que fueran sólo $2 (ya ni ese billete existe en Argentina). La calesita gira y gira.


Hablando de aire, hasta me vienen a la mente unas notas que leí hace unos años en las que se informaba que en Venezuela empezarían a cobrar el aire del aeropuerto. No sé si prosperó o no, pero no me extrañaría que lo hicieran pronto allí o en otro país.


El agua es otro caso. Hace no mucho salir con la familia o amigos y tomar unos mates, típica bebida argentina, se podía hacer sin un peso encima. Llenar el termo implicaba únicamente paciencia: esperar a que el agua calentara y luego la volcaran en el recipiente. Hoy en día la pregunta de “¿tenés agua para el termo?” va siempre, sin excepción, acompañada de “¿cuánto cuesta?”.


Sin embargo, este año reconfirmé que el caso más inaudito es el que viví en Purmamarca, en la provincia de Jujuy. Recordaba haberme sorprendido en mi anterior visita y en esta ocasión me ganaba la curiosidad por saber si seguía siendo así. ¿Cómo no iba a serlo? Luego de hacer el camino de los Colorados, durante el cual se divisa uno de los paisajes más hermosos de Argentina, llegamos otra vez al borde del pueblo. Es que se trata de un trayecto en U, en el cual partís de un punto de Purmamarca y, al terminar, llegás a otro sitio a unas dos o tres cuadras. Antes de pisar de nuevo las calles del pueblo se puede subir a un pequeño monte desde el cual se disfruta de una vista panorámica de la zona. Vale la pena, y en general todos lo hacemos. Aunque hay un detalle antes de subir a él: una persona se para delante y… te cuenta el precio de la entrada. Es una montaña, resultado de millones de años de acción geológica, o de Dios, para quienes crean. Sin acción humana, sin responsable humano. Pero siempre hay un humano que te cobra por caminar en ella. En su momento fueron $7, esta vez $20 y no dudo de que siga creciendo ese valor, hasta ser más alto que la misma montaña.


Qué tiempos aquellos. Épocas en las que se podía inflar la bici sin sacar la billetera y en las que nos dábamos el lujo de tomar un mate tras otro gracias a que llenar el termo no equivalía a perder billetes. Y qué tiempos aquellos, tan lejanos, tan irreales, en los que se podía disfrutar de la naturaleza sin pagarle a alguien por su trabajo de no tener nada que ver con que eso esté ahí. Tal vez no falte mucho para que nos empiecen a cobrar por tener una sombra que nos acompañe a todos lados.

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