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  • Foto del escritorIdeas en Tinta

Discusión nocturna

Actualizado: 11 abr 2020


- Siempre lo mismo con vos, me tenés harta – grita Camila a su contraparte elevando la voz hacia el final, para pasar inmediatamente a un tono más apagado, de resignada – Siempre lo mismo.


- ¿Y vos qué hacés, eh? Mucho bla bla pero las cosas no cambian.


Es tarde en Barcelona, donde Camila decidió radicarse seis meses atrás. Oriunda de Colombia, la joven abogada que completó la carrera universitaria con honores trabajaba en su Medellín natal en un prestigioso estudio de abogados. El camino señalaba un futuro con pocas incertidumbres en el plano profesional: todos los que la conocían avizoraban su nombre como socia de ese bufete.


Sin embargo, la rutina diaria, el sedentarismo de oficina, la catarata de papeles que formaban parte de su cotidianeidad la estaban llevando a una incomodidad que decidió cortar de raíz. Camila eligió cambiar una vida segura y tediosa por otra llena de inquietudes y desafíos. Dejó su trabajo, su ciudad y sus certezas, y arribó a Barcelona dispuesta a sorprenderse.


A seis meses de haber puesto pie en la ciudad española, es consciente de que las cosas son más difíciles de lo que había previsto. Se encuentra rebotando de trabajo en trabajo, llegando a duras penas a pagar el alquiler y sin que la situación tenga visos de mejorar.


Lo más positivo que le ocurrió desde que dio un vuelco a su historia fue haber conocido a Rodrigo, un joven español buen mozo que le hace mantener el equilibrio en sus peripecias. Llevan ya 4 meses saliendo, con algunas peleas pero más momentos llenos de felicidad.


Sin embargo, esta noche se muestra particularmente complicada y se ve enredada en una discusión que comienza a subir el tono.


- Desde que llegaste prometés que vas a hacer un montón de cosas y todavía no hiciste ninguna.


- Claro, como si la cosa fuera tan sencilla. Si quería lo fácil me hubiera quedado allá, donde tenía todo y más.


A pesar de que es muy tarde, la calle transitada en la que se encuentra su pequeña pensión continúa despierta. El ruido de los autos y buses no contribuye a la intranquilidad del ambiente, a lo que se agrega la televisión encendida que vomita gritos de panelistas. La habitación aquella es un manojo de sonidos.


- Realmente hay días que no sé cómo te aguanto. Te veo hacer algunas cosas y me da vergüenza ajena, ¿qué querés que te diga?


Camila prosigue con su testamento, alzando la voz para hacerse oír claramente ante el bochinche.


- No quiero que me digas nada, quiero que te calles un poco. Por favor, cállate.


Camila implora que ningún vecino se altere por la pelea y golpee a su puerta. Se siente muy cansada tras otro día agotador y es consciente de que debe levantarse temprano, pero no puede abandonar el pleito.


- Espero que reconsideres tus actitudes y empieces a cambiar esta situación. De no ser así no va a quedar otra que ponerle punto final.


- Si querés tomar ese atajo y rendirte en lugar de pelearla, bien por vos. Hacé lo que quieras.


Las fuerzas escasean en el cuerpo de la chica a medida que el tiempo avanza. Entre la necesidad de dormir lo más posible y el agotamiento que siente, decide poner punto final a esa escena.


Se mira al espejo una última vez y suelta una risita burlona. Su reflejo le devuelve una mirada de asombro: no puede creer que otra vez estuviera discutiendo con ella misma. Menea la cabeza suavemente como intentando quitarse la vergüenza, apaga las luces del baño y se dirige hacia su cama.


Apaga también la televisión y el ambiente se siente mucho más calmo, a pesar de que persiste el tránsito. “Buenas noches amor”, escribe a Rodrigo con un corazón antes de poner la alarma, y echa el cierre a ese día, confiando en que el siguiente será mejor, con la esperanza de que los sueños que tenía hace unos meses y lo que hoy le toca vivir finalmente se reconcilien.

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