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Cuando los caballos evolucionen…

Actualizado: 11 abr 2020


“Cuando evolucionen nos van a cagar a trompadas”, escucho proveniente del asiento vecino en el tren que me lleva de Tigre a Retiro. En su borrachera, el hombre sentado a mi lado, que venía lanzando frases al azar y cantando canciones que no terminaba, suelta esa idea como si respondiera a una pregunta que alguien le hubiera hecho.


“Cuando evolucionen nos van a cagar a trompadas”, me repite cuando lo miro. Lo encuentro concentrado en la ventana y sigo su mirada. Afuera, el Hipódromo de Palermo de Buenos Aires, que ya está quedando atrás por el incesante avance del tren. Se refiere a los caballos, creo entender. “Es verdad”, le contesto como si se tratara de la conclusión de una investigación que vengo haciendo durante varios años.


¿Es verdad? Por empezar me pregunto cómo nos podrían cagar a trompadas sin tener brazos. Es decir que en ese escenario el primer paso es que desarrollaran las extremidades superiores. Entonces estaríamos frente a caballos con dos brazos y dos patas. ¿Y si no aparecieran en reemplazo de éstas y en definitiva contaran con dos brazos y cuatro patas? Seguirían moviéndose como hoy, corriendo a altas velocidades inalcanzables para los humanos y sin preocuparse por el equilibrio, que es más complejo para los seres bípedos. Sí, efectivamente si evolucionaran lo harían sin que los brazos nacieran en reemplazo de las patas.


¿Les convendría “cagarnos a trompadas”? Desde que soy chico aprendí, a base de repetición, a no pasar nunca por detrás de un caballo porque puede reaccionar y patear. Esa patada, claro, es de una fuerza descomunal que un golpe humano no iguala. Entonces, si los caballos quieren tomarse revancha, tal vez les convenga apelar a sus patas y no a trompadas. En ese caso, ¿seguirían teniendo brazos o sólo los habrían desarrollado para darnos nuestro merecido?


Los caballos evolucionados viajarían subidos a nuestros hombros, eso seguro. No sé cómo soportaríamos el peso, pero tendríamos que buscarle la vuelta sin excusas. Al fin y al cabo fueron ellos quienes nos transportaron tanto tiempo sin que les consultáramos si estaban de acuerdo, así como los obligamos a cargar materiales varios y los hicimos partícipes de guerras y expediciones eternas.


En ese mundo habría varios entretenimientos muy concurridos. Un juego en equipos en el que los caballos intentarían embocar una pelota entre dos palos, ayudados por otro con el que impulsarían la misma, desplazándose en los hombros de los humanos. ¿Polo lo seguirían llamando?


O aquel otro que movilizaría tanto dinero equino en el que los humanos disputarían carreras. Por no hablar de aquel en el que un caballo debe aguantar el mayor tiempo posible subido a un humano que, enfurecido y nervioso, pegaría saltos para hacerlo caer al suelo. El Festival de Jesús María de Córdoba, sin dudas, recibiría a miles de caballos que disfrutarían del show desde las tribunas.


“Tiene 4500 humanos de fuerza”, diría un caballo a otro cuando conversaran sobre las prestaciones de un medio de transporte, más específicamente un auto. Un auto que, dicho sea de paso, si fuera Ferrari o Peugeot tendría un reconocible logo de un humano parado sobre sus dos piernas.


“¿Me hacés humanito?”, sería una frase típica de un potrillo a su hermano para que lo suba en sus hombros y lo lleve a dar vueltas. “A humano regalado no se le miran los dientes”, una de las metáforas más empleadas en el mundo equino que todos reconocerían al instante, como aquellos caballos jubilados que se juntarían a tomar un café en algún bar del barrio Humanito, de donde es el club Ferro Carril Oeste, cerca de Boedo y Flores. En ese mismo bar, tal vez, en el menú se ofrezcan distintas opciones de milanesa, siendo una muy demandada la que es “a humano”, cubierta de dos huevos fritos.


“Cuando evolucionen nos van a cagar a trompadas”, resuena en mi cabeza. Mientras tanto, el tren se detiene. Última estación: Retiro. La gente baja apurada y se dirige a sus destinos. En la calle, un carro repleto de cartones es arrastrado por un caballo, mientras en una quiniela varias personas miran atentas un televisor en donde se ve a numerosos ejemplares de ese animal corriendo a toda velocidad hasta la meta. En el futuro nos cagarán a trompadas, pero todavía, en esta tarde porteña, los caballos siguen respondiendo a la caprichosa voluntad humana.

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